La productividad no consiste en hacer cosas por el hecho de hacerlas. La gente que tiene un interés especial en ser más productiva, lo hace por diferentes razones que suelen estar ligadas a algún compromiso interno más profundo: ser un mejor profesional, disponer de más tiempo para estar con los suyos, tener una vida menos estresante, etc.
Muchas veces flaqueamos y abandonamos temporalmente nuestros hábitos productivos porque entramos en una fase en la que el nivel de actividad y exigencia nos supera y nos hace perder el control. A todos nos pasa de vez en cuando, pero los que tienen claro qué es ese algo más profundo que dirige sus vidas, son capaces de retomar el control fácil y rápidamente. Los demás, echan la culpa a la metodología o herramienta de turno, se consuelan con un “es que esto no es para mí” o, simplemente, arrojan la toalla.
Seguramente, el ejercicio más importante que puedes hacer para dar dirección y significado a tu vida es encontrar tu propósito. Saber cuál es tu propósito te permite ser el director de tu propia vida, establecer prioridades reales sobre las acciones que vas a realizar y decir que no a cosas que te alejan de aquello que quieres. También te permite enfocarte en lo importante y recuperar el control después de una crisis. Es, por lo tanto, la declaración que sustenta tu productividad.
No es extraño, pues, que David Allen anime a los usuarios de su metodología “Getting Things Done” a establecer diferentes niveles de perspectiva, a diferente altura, empezando por su propósito de vida. Realizar constantemente acciones que no están alineadas con nuestro propósito produce una desagradable sensación de vacío.
Pero, ¿cómo puedes encontrar tu propósito de vida? No es sencillo, requiere mucha reflexión y plantearse las preguntas adecuadas. Aquí tienes una serie de preguntas que suelen ayudar:
- ¿Qué cosas me producen una gran satisfacción y alegría?
- ¿Qué me gusta hacer? ¿Qué me hace perder la noción del tiempo? ¿En qué utilizo mi tiempo libre?
- ¿Qué me hace sentirme bien conmigo mismo?
- ¿Cuáles son mis talentos?
- ¿Cómo puedo usar mis habilidades para ayudar a los demás?
- ¿Qué haría si sólo me quedasen seis meses de vida?
- ¿O qué haría si tuviera todo el tiempo y el dinero del mundo?
- ¿Cuáles son los valores que siempre defiendo?
- ¿En qué creo?
Otros autores simplemente recomiendan que cojas una hoja en blanco y escribas lo primero que te venga a la cabeza. Una pequeña frase. Vuelve a leerla, añade algo que falte, quita algo que sobre. Repite el proceso hasta que sientas que te identificas plenamente con esa frase. No te preocupes si no obtienes el resultado deseado después de 50 intentos. Sé perseverante.
Por supuesto, debes hacerte estas preguntas sin pensar en los que los demás quieren o esperan de ti. Se trata de que vivas tu vida, no la que otros quieran que vivas.
Una vez que tienes claro cuál es tu propósito, es mucho más fácil poder satisfacerlo y tener una vida más gratificante. Ve bajando por los siguientes niveles. Define tu visión, objetivos y áreas de responsabilidad, de modo que tus proyectos y acciones de cada día estén alineados con todos ellos.
Y no olvides revisarlo cada cierto tiempo. Nada es permanente, todo cambia.